Posted in Club Dickens on 19 diciembre, 2008|
9 Comments »
Estoy leyendo Calle sin salida, una novela que escribió Charles Dickens junto a su amigo Wilkie Collins mientras fumaban porro (o lo que se estilara en reuniones de amigos en aquellos tiempos). Una novelita de marcado perfil sentimental con niño entregado a la inclusa, madre arrepentida y después muerta, herencia recibida por error, tremendo misterio en mitad de la bruma, y esas ironías dickensianas siempre tan graciosas.
Leo a Dickens y es la única tradición navideña que respeto (no sé si alguien más sigue esta costumbre, quizá no sea muy popular, no lo sé). Pero yo aquí tranquila en mi casa, tirada en la cama, con las habitaciones bien caldeadas, me río de los árboles adornados, de las luces de las calles, de la gente que va con prisas tropezando unos con otros, de las tiendas atestadas de compradores enloquecidos, del papel de regalo dorado y hasta de Bill Gates, pues sepan que desde hace semanas uso Linux y ya, a día de hoy, este sistema operativo no tiene secretos para mí.
En resumen: que estas Navidades no son ni de lejos como las de año pasado, que no sólo no me reía ni por prescripción médica, sino que tuve que huir a la montaña el 25 de diciembre para estar cerca de las vacas y de los saltamontes, seres que no entienden nada de nacimientos de Cristo ni de villancicos, y que no acogotan a nadie para que sea feliz.
Y no pienso ir a ninguna parte del mundo habitada por humanos mientras duren las fiestas, así de maravilloso y extremo es mi plan.
Read Full Post »